La
ciudad de Buda, situada en una colina a orillas del Danubio frente a
la moderna Pest, creció alrededor del castillo y de la Iglesia de
Matías a partir del siglo XIII. Su excelente posición estratégica,
a 60 metros sobre el río y sus recursos naturales la convirtieron en
un enclave muy apreciado por sus primeros pobladores.
En
el siglo XIII y una vez pasado el peligro mongol, el rey constructor
Bela IV decidió fortificar la colina, construyendo un castillo y
estableciendo aquí la capital del Reino de Hungría. Hasta este
momento, la Dinastía Arpad, la familia que había ostentado la
corona durante los primeros siglos, gobernaba el Reino desde otras
ciudades, como Visegrad o Szekesfehervar. Aunque no se sabe con
certeza donde se situaba el palacio de Bela IV, se piensa que pudo
estar cerca del solar de la Iglesia de Matías, y desde 1361 se
convirtió en la capital del Reino de Hungría. El emperador
Segismundo de Luxemburgo mandó construir un palacio gótico que se
convirtió en el germen del complejo palaciego que podemos ver en la
actualidad.
Durante
el reinado del rey Matías, siglo XV, Buda experimentó una
importante evolución, y se convirtió en una de las ciudades más
señoriales del Viejo Continente antes de decaer durante el dominio
de los turcos. Tras la recuperación por parte de los Cristianos,
Buda fue sufriendo continuos avatares hasta acabar prácticamente
destruida al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Desde esa fecha, y
hasta hoy, la reconstrucción le ha devuelto el esplendor perdido.
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