lunes, 13 de octubre de 2014

CIRILO Y METODIO, APÓSTOLES DE LOS ESLAVOS.



Hacia el siglo IX los diferentes pueblos eslavos comenzaban a salir de las tinieblas de su protohistoria y empezaban a formar sus primeras entidades estatales, y el Cristianismo podía ser un buen aglutinante para cimentar sus bases. Lo mismo debieron pensar en Bizancio, sería muy positivo atraerse a los nuevos señores de Centroeuropa antes de que cayesen bajo la órbita de los Francos.

Ratislav I, príncipe y señor de la Gran Moravia, cuando los francos, vecinos malavenidos, se aliaban con unos recién llegados búlgaros, buscó rápidamente el apoyo del Imperio Bizantino. El mensaje que Ratislav hizo llegar al emperador Miguel III rezaba así: "Han llegado a nosotros muchos anunciadores del cristianismo desde Italia, Grecia y Germania y nos han enseñado de formas diversas. Pero nosotros los eslavos somos un pueblo simple y no tenemos quien nos guie hasta la verdad y nos la haga comprender. De modo que, ¡oh gran señor!, envíanos a un hombre que nos sepa enseñar el conjunto de la ley" (Vita Methodii, 5).

El emperador Miguel III y el patriarca Focio comprendieron enseguida la oportunidad que se les brindaba de fortalecer la orientación imperial hacia el mundo eslavo. A tal fin decidieron enviar a Moravia a Constantino y Metodio.

Constantino y Metodio eran dos hermanos originarios de Tesalónica, filósofo el primero, monje el segundo, miembros de una familia noble, vinculados a la administración y con una larga experiencia como diplomáticos entre los árabes y los jázaros. Y lo más determinante, conocedores de la lengua eslava.

La clave del éxito de esta misión evangelizadora de los eslavos fue la elaboración de un alfabeto idóneo y adaptado para transcribir las particularidades fonéticas de las lenguas eslavas. De esta manera nació el alfabeto glagolítico, antecedente y precursor, del que posteriormente sería conocido como Alfabeto Cirílico.

La separación de las lenguas eslavas aún no habia comenzado, por lo que la eficacia del nuevo alfabeto fue total. De esta manera era posible hacer llegar la palabra de Dios a todos los grupos eslavos.

Una vez en Moravia, los misioneros Constantino y Metodio se encargaron de educar a los fieles y de formar a los futuros sacerdotes, que iban a formar la columna vertebral de la institución eclesiástica.

Se tradujeron los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, numerosos textos latinos y griegos y se introdujo una nueva liturgia en lengua eslava. Según el propio Cirilo, los eslavos pudieron contarse "entre las grandes naciones que alaban a Dios en su propia lengua" (Vita Constantini, XIV, 16). Desde este momento la lengua eslava contará con tradición escrita propia y se verá enormemente enriquecida por un patrimonio léxico y conceptual procedente de la excelsa lengua griega.

Todo esto no gustó a los francos, que fueron conscientes de que los eslavos comenzarían a mirar hacia Oriente, perdiendo la posibilidad de captarlos para engrandecer su propia iglesia. El clero y el episcopado de Baviera pusieron el grito en el cielo y elevaron al Papado su más enérgica protesta. Utilizar la lengua eslava para la liturgia era poco menos que una herejía. El mismo Constantino, haciendo alarde de su ironía se refería a este asunto como la "herejía de las tres lenguas", únicamente el griego, el latín y el hebreo eran lenguas lícitas para celebrar los Santos Oficios.

El papa Nicolás I con una visión más realista y globalizadora, que los prelados francos, invitó a los hermanos misioneros a que acudieran a Roma, para debatir sobre el asunto. Cuando Constantino y Metodio llegaron a la Santa Sede, Nicolás había fallecido, pero su sucesor, Adriano II, de la misma opinión que el primero, brindó una solemne acogida a los Apóstoles de los Eslavos, apoyó su labor evangelizadora y autorizó el uso litúrgico de la lengua eslava.



Metodio y algunos de sus seguidores fueron ordenados sacerdotes, mientras la edad y el cansancio hacían mella en la salud de Constantino. Consciente de que se acercaba su final, Constantino se retiró a un monasterio romano, cambió su nombre por el de Cirilo, realizó profesión de fe y murió el 4 de febrero de 869.

La obra Vida eslávica de Constantino, relata la solemnidad que rodeó el funeral romano de Cirilo: "Ordenó el Apostólico - esto es, el Papa - que todos los griegos que se hallaban presentes en Roma y los romanos, llevando cirios en las manos, congregados en torno a su cuerpo, entonasen cánticos y que sus exequias se celebraron con igual solemnidad que si fueran por el mismo papa; y así se hizo".

Muerto Cirilo, Metodio continuó con su misión evangelizadora, con el apoyo de Roma, hasta que también le alcanzó la muerte. La tarea de convertir a todos los eslavos quedaba inconclusa, sus sucesores tenían un gran trabajo que realizar, pero las traducciones y el alfabeto inventado por los dos hermanos, fueron el instrumento perfecto para llevar el Cristianismo a todos los pueblos que hablaban esa lengua. 

En 1980 el papa Juan Pablo II elevó a Cirilo y Metodio a la categoría de Patronos de Europa con la "Carta Apostólica Egregiae Virtutis; ."[...] constituyo y declaro celestes Copatronos de toda Europa junto a Dios a los Santos Cirilo y Metodio, concediendo además todos los honores y privilegios litúrgicos que, según derecho, competen a los principales Patrono locales".

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