martes, 30 de septiembre de 2014

TEMPLARIOS EN PEÑÍSCOLA



En 1294 la Orden del Temple se asienta en Peñíscola. Cuentan, que edificaron este castillo siguiendo los modelos de las fortificaciones de Tierra Santa. Desde aquí podían controlar las tierras circundantes, y hasta aquí llegaron, arrastrados por el mar Mediterráneo, los lamentos de los cristianos cuando perdieron la Ciudad Santa de Jerusalén. Los tres cardos son omnipresentes desde el mismo momento en que se cruza el umbral del castillo. Se trata del blasón de Fray Berenguer de Cardona, maestre del temple a finales del siglo XIII.


Jaime II quería recobrar el dominio de Tarragona y del Norte de Valencia, territorios por los que se había extendido el Temple. El monarca deseaba recobrar para si estas ciudades y sus arrabales, en un proceso de fortalecimiento de su posición de poder en Aragón. A tal fin, cambió los derechos templarios sobre estos lugares por Peñíscola, la ciudad y el castillo, que incluía también los términos de Vinaroz y Benicarló; además de otras tenencias, castillos y ciudades. Estas mercedes concedidas a la Orden del Temple, eran parte del pago, por su colaboración en la conquista de Valencia.


En la actualidad los visitantes del castillo pueden disfrutar de una magnífica exposición sobre la Orden del Temple.

Una vez instalados en Peñíscola, los templarios procedieron a construir una fortaleza, sobre una antigua edificación árabe, inspirándose para ello, en los castillos de Tierra Santa. Si hacemos casos de los ¿documentos? la construcción fue rápida, poco más de una década.


El maestre del temple por esta época, al menos para esta región del mundo templario, era Fray Berenguer de Cardona, cuyo escudo heráldico estaba representado por la flor del Cardo.

El papa y el rey de Francia se empeñaron en disolver la Orden del Temple, y en lo que respecta a Peñíscola, una vez decretada la eliminación de los templarios, el castillo pasó a ser la sede de la Orden de Montesa de Aragón.

Templarios en el Mediterráneo ¿marineros o piratas? Las dos cosas. La línea que separa ambos mundos ha sido prácticamente inexistente.  





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