En la mayor de las islas
del Dodecaneso, los antiguos griegos respiraban la cálida sal del
Mediterráneo, mientras se deleitaban con la belleza de sus mujeres.
Algunos de ellos, los llamados artistas, plasmaron esa belleza en
esculturas, que han conservado su frescura a lo largo de dos
milenios. El pequeño busto (600 - 575 a.C.) presenta expresivos ojos
y sonrisa, y largo cabello trenzado, otra señal más del ideal de
belleza del arte arcaico.
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