martes, 30 de septiembre de 2014

BATALLA DE LECHFELD.



Otón I el Grande, el auténtico primer emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, tuvo el mismo problema que su padre Enrique, los magiares, que pululaban, cual mosca cojonera picando acá y allá, a todos los ducados, reinos, obispados y principados de Europa Central. Enrique I "el Pajarero" los derrotó en la Batalla de Merseburgo, pero al parecer no tuvieron suficiente, y siguieron erre que erre con sus razzias e incursiones. Otón con una posición más consolidada y fuerte que su padre les quitó las gana de seguir incordiando en la Batalla de Lechfeld (955) frente a los muros de Ausburgo. Tras la derrota, los húngaros, abandonaron sus correrías por Europa, y también decidieron fortalecer su posición en la llanura panónica y acabaron convirtiéndose en un estado cristiano más dentro de la gigantesca órbita de Roma.



El 10 de agosto del 955 en una llanura junto al río Lech las tropas húngaras, comandadas por Bulcsú, y sus lugartenientes Lehel y Sür, fueron derrotados por el ejército germánico de Otón I el Grande, cuyo triunfo le sirvió para conseguir los apoyos necesarios para cimentar su autoridad imperial. Ocho divisiones de caballería pesada, de unos mil jinetes cada una, aplastaron la caballería ligera húngara. El propio Otón comandaba el cuerpo de ejército más numeroso, que incluía su guardia personal, y decidió la batalla al dirigir un vigoroso ataque sobre la fuerza principal del ejército húngaro. Conrado el Rojo, Enrique I duque de Baviera, el príncipe Boleslav de Bohemia y Herman de Suabia formaron el Estado Mayor del futuro emperador.


Como escribió hace mucho tiempo, Mariano Pérez de Castro, "La batalla del río Lech puede considerarse a la vez como el sepulcro de la raza nómada de Atila y como la cuna de la nacionalidad húngara moderna, cuya piedra angular no tardó en poner San Esteban" (Atlas de las Batallas, Combates y Sitios más célebres).

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