Poner en venta el camino,
sacar los cuartos a los peregrinos y hacer un negocio con la fe de
los cristianos no es nada nuevo, ni un fenómeno característico y
exclusivo del siglo XXI. Si hacemos caso a A. Picaud, ya en la Edad
Media, Compostela, y en general, todo el Camino, era un auténtico
mercado, donde el visitante podía adquirir, a un módico precio,
cualquier mercancía, útil o chuchería.
“Detrás de la fuente
está, según dijimos, el paraíso (atrio), pavimentado de piedra, en
el que, entre los emblemas de Santiago, se venden las conchas a los
peregrinos. Se venden allí también botas de vino, zapatos,
esportillas de piel de ciervo, bolsas, correas, cinturones y hierbas
medicinales de todo tipo y demás especias, así como otros muchos
productos. La extensión del paraíso es de un tipo de piedra por
cada lado”.
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