sábado, 5 de octubre de 2013

CRIÁBASE EL ALBANÉS




     Criábase el Albanés
     en la corte de Amurates,
     no como prendas captivas
     en rehenes de su padre,
     sino como se crïara
     el mayor de los sultanes,
     del Gran Señor, regalado,
     querido de los bajaes,
     mancebo de altos principios
     y de pensamientos graves,
     de esperanzas vinculadas
     con su generosa sangre,
     gran capitán en las guerras,
     gran cortesano en las paces,
     de los soldados escudo,
     espejo de los galanes.
     Recién venido era entonces
     de vencer, y de ganalles
     al Húngaro dos banderas,
     y al Sofí cuatro estandartes.
     Mas ¿qué aprovecha domar
     invencibles capitanes
     y contraponer el pecho
     a mil peligros mortales,
     si un niño ciego lo vence,
     no más armado que en carnes,
     y en el corazón le deja
     dos arpones penetrantes?
     Dos penetrantes arpones,

     que son los ojos süaves
     de las dos más bellas turcas
     que tiene todo el Levante;
     que no hay turquesas tan finas
     que a sus ojos se comparen,
     discretas en todo extremo
     y de gracias singulares.
     No lo defendió el escudo,
     hecho de finos diamantes,
     porque el amoroso fuego
     es al rayo semejante,
     que el duro hierro en sus manos
     lo disminuye y deshace:
     no para en el hierro Amor,
     que, sin errar tiro, sabe
     poner en el alma el hierro,
     y en la cara las señales.
     Fue tan desdichado en paz,
     cuanto, en la guerra, triunfante,
     rendido, en paz, de mujeres,
     siendo en guerra un fiero Marte;
     bien conoció su valor
     Amor, pues para enlazalle
     (por tener sujeto, Amor,
     al que sujetó al dios Marte),
     un lazo vio que era poco,
     y quiso con dos vendalle.


Romance de Luis de Góngora 
sobre el héroe medieval 
albanés Jorge Castriota, 
conocido como Skanderbeg. 

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