miércoles, 5 de junio de 2013

REPÚBLICA MARINERA DE GÉNOVA



En la escarpada costa de Liguria, al pie de enormes montañas, descansa la orgullosa Génova, patria de intrépidos marineros, inteligentes comerciantes y valientes almirantes, donde la sombra de Cristobal Colón te aguarda en cualquiera de sus estrellas calles u oscuros vícolos, el mar amedrentó a la montaña, usurpó su lugar, pero los genoveses con enorme coraje consiguieron hacer suyo el mar infinito.

La Serenissima Repúbblica di Génova fue un poderoso estado medieval italiano, situado en la costa de Liguria, que rivalizó con pisanos y venecianos por el control del mar Mediterráneo. Esta orgullosa ciudad, como otras muchas ciudades italianas, logró crear un estado autónomo, constituyéndose en Comuna Independiente, con el beneplácito regio, en algún momento entre los siglos XI y XII. 

Claustro de Sant'Andrea.
Durante los primeros años del siglo XII, Pisa es la principal potencia comercial del Mediterráneo, pero los genoveses, poco a poco, tras varias acciones y una victoria en la batalla de Meloria (1284) sobre la flota pisana, conseguirá rebasarle y adueñarse del Mediterráneo. 

Puerta Soprana.
Los mercaderes genoveses consiguieron instalar barrios comerciales en diferentes enclaves mediterráneos; Tortosa, Acre, Trípoli, Sidón, Beirut, y en 1155 en la mismísima Constantinopla.  Las riquezas de la ciudad crecieron espectacularmente tras su participación en la Primera Cruzada. 

La República estuvo gobernada por Cónsules, durante una etapa sustancialmente democrática, y posteriormente por Podestás y Capitanes del Pueblo, que sumergieron a la población en violentos conflictos entre el poder y la libertad. 

Duomo de San Lorenzo - Catedral de Génova.
En el año 1407 financieros genoveses, fundaron en su ciudad, el que es posiblemente el banco más antiguo del mundo la Casa di San Giorgio. 

Derrotados por Venecia, en la guerra de Chioggia (1372) y destrozados por las luchas intestinas, el poder genovés fue decayendo paulatinamente, entrando en la órbita de franceses y milaneses. A pesar de esta sumisión, lograron mantener dignamente su autonomía hasta que les fue arrebatada por Napoleón Bonaparte. 

Callejuelas estrechas, suelos empedrados y paredes húmedas, soportales sombríos impregnados de salitre marinero, vicolos pequeños y serpenteantes, portalones de madera podrida, fachadas grises, ruas bulliciosas, callejones oscuros y malolientes, portales endemoniados, garitos de mala vida, travesaños de metal corroído sustentan el corazón de esta, y de cualquier ciudad portuaria.


. . . el agua salada corre por las venas de los genoveses. . . 

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