Desde sus orígenes, la domesticación de animales, aparece íntimamente relacionada con la sedentarización y con otros aspectos de la Revolución Neolítica. No obstante, la sedentarización no es un estadio previo indispensable para la domesticación, también fue posible domesticar animales sin una sedentarización previa, aunque únicamente en situaciones ecológicas y climáticas extremas, como por ejemplo, las poblaciones nómadas del norte de Europa que consiguieron domesticar manadas de renos.
La cuestión, imposible de resolver según el estado actual de los datos e investigaciones, es la siguiente ¿permitió la sedentarización el desarrollo de la domesticación, o fue al revés?. Existen partidarios de una y otra opción, aunque no existe un concenso claro.
En cierto modo, las dos hipótesis no tienen porque ser exclusivas:
Cuesta trabajo imaginar de que manera pudo el hombre guardar en cautividad, vigilar, dominar y criar determinado número de individuos animales sin construir cercas o formas primitivas de establos o corrales.
Por otra parte, es difícil concebir a una numerosa comunidad sedentaria que pudiera alimentarse sin poseer, aunque sea un pequeño rebaño, se doméstico, o en todo caso, al alcance y susceptible de ser domesticado.
Hemos de pensar que uno no se vuelve ganadero y/o sedentario de la noche a la mañana. Son procesos que necesitan tiempo, y un número indeterminado de pruebas ensayo/error, hasta dar con las pautas, y respuestas definitivas, y que nunca llegan a serlo, a cada uno de los problemas que ambas actividades van ofreciendo. Por tanto, nos inclinamos a pensar que ambas actividades, domesticación y sedentarización, forman parte de un mismo proceso global, que llevó al hombre desde el estadio de depredador a una situación, más cómoda, de productor.
La presión demográfica desempeñó una papel fundamental en el paso y/o transición de una economía depredadora a otra productora. El rápido crecimiento de la población exige ciertas innovaciones, técnicas o no, y una de estas innovaciones fue sin lugar a dudas, la domesticación de animales. Otros factores fueron tensiones políticas que se generan cuando la comunidad alcanza un estadio superior de desarrollo y la atracción por los bienes acumulados por las sociedades sedentarias productoras.
Otro enigma: ¿por qué un grupo de cazadores domesticó animales, mientras que otro determinado que usaba las mismas técnicas de caza, no lo hizo?. El quid de la cuestión puede estar en el diferente estadio de desarrollo sociocultural, material y tecnológico, o tal vez, la mayor, o menor, abundancia de piezas de caza.
Con la domesticación el hombre buscaba librarse de los inconvenientes de la caza, que presenta algunas dificultades como la precariedad de recursos y la progresiva disminución del número de animales salvajes que habitaban en las proximidades de los asentamientos humanos.
Los primeros animales domésticos suponían una importante reserva de alimentos frescos, capaces de cubrir las necesidades de la población. Los antepasados salvajes, cordero salvaje, cabra bezoar, cerdo silvestre y uro, de cuatro de los cinco primeras especies en ser domesticadas, eran cazadas por su carne, en los periodos anteriores a su domesticación. Durante el Neolítico se consumía la carne da absolutamente todos los animales domésticos.
Además de como recurso alimenticio, la domesticación pudo perseguir la finalidad de disponer cómodamente de animales para los sacrificios ceremoniales. En Catal Hüyük, a partir de los milenios XI y VIII se inmolaron bueyes domésticos en vez de uros salvajes. En Lepenski Vir, a orillas del Danubio cerca de las famosas Puertas de Hierro, se encontraron restos de perros domésticos que habían sido víctimas de sacrificios rituales. También tenemos atestiguados perros en las sepulturas humanas durante el Magdaleniense de Europa Central y el Natufiense en Palestina.
Otras prácticas también llevaron a tentativas, a veces inconclusas, de domesticación, como la costumbre de rodearse de animales familiares, como aún hacen hoy día los indios norteamericanos, y que nunca llegan a ser domesticados del todo.
La caza especializada, concentrada en unas pocas manadas de una especie, también condujeron a la domesticación. Cazadores que seguían a estas manadas en sus movimientos migratorios estacionales, protegiéndolos de los depredadores y de otros grupos de cazadores. Llegaron a considerar a estos rebaños como su propiedad. Más tarde intentaron limitar sus desplazamientos sin sacarlos de sus hábitats. Finalmente apresaron a los miembros más jóvenes para amansarlos y domesticarlos. Un ejemplo de ello fue la domesticación del buey en Hungría durante el Neolítico.
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