Reyes de Babilonia
Año 1595
a.C., los hititas penetran en Babilonia y destruyen la dinastía
amorrita del glorioso Hammurabi; los casitas, un grupo recién
llegado a la región, procedentes de dios sabe donde, se convirtieron
en el linaje sucesor del poder babilonio. Los casitas reinaron en
Babilonia aproximadamente cuatro siglos (1595 – 1157 a.C.) y a lo
largo de este periodo mantendrán una enconada rivalidad con el
Imperio Asirio. Por una parte hubo episodios de dominación asiria
sobre Babilonia, pero por otra parte se produjo una considerable
influencia cultural de Babilonia sobre Asiria.
De
enigmático origen, tal vez procedían de alguna zona del Zagros, el
pueblo casita hablaba una lengua que no podemos emparentar ni con las
semitas ni con las indoeuropeas. Se trata de uno de los pueblos “más
extraños” (en cuanto a su origen) de la historia antigua de
Mesopotamia. Los casitas se daban a sí mismo el nombre de kashshú
y a Babilonia otorgaron el topónimo
Karduniash.
Algunos
investigadores han creido identificar a los cassitas, con los coseos
citados por Polibio, Estrabón y otros autores antiguos, aunque no
podemos asegurarlo categóricamente. Una identificación mucho más
problemática es la defendida por W. Foster, que los emparenta con
los actuales kurdos.
Los
principales dioses casitas eran Harbe, dios supremo, Suqamuna y
Sumalia, dios y diosa de la montaña y protectores de la dinastía,
lo que nos podía dar alguna pista sobre su montañés origen y
Sipak, el dios lunar.
Grupos de
casitas fueron penetrando en la sociedad mesopotámica, desempeñando
actividades agrícolas o actuando como mercenarios en el ejército
babilonio. Pero pronto comenzaron a actuar de forma totalmente
independiente y ajenas al control de Babilonia.
Ya en época
de Hammurabi tenemos noticias sobre operaciones militares llevadas a
cabo contra fuerzas casitas en Mesopotamia meridional. Las listas
reales babilonias dejan entrever que altos potentados de nombre
casita, como Kastilias, se pusieron al frente de pequeños estados en
el curso medio del Éufrates. Anteriormente (1740) Gandash fundó en
estado en la región de Khana y se convirtió en su rey. Por tanto
los casitas llevaban un tiempo merodeando por tierras babilonias y la
incursión hitita del año 1595 a.C. fue aprovechada para usurparle
el poder a la dinastía amorrea, siendo Agum II el primer rey casita
en el trono de Babilonia, que además había recuperado la estatua
del dios Marduk robada por los hititas.
Los
comienzos políticos de la dinastía casita fueron muy complicados,
pues tardaron prácticamente un siglo en hacerse con el control total
de la región, hasta que en 1460 a.C. una importante operación
militar casita logró expulsar a sus principales rivales procedentes
de “el País del Mar”. A partir de ahora y hasta su caida,
acaecida en 1157 a.C., los casitas lograron mantener la unidad
política más firme y duradera de Mesopotamia meridional. En los
siglos siguientes el Reino Casita tuvo que soportar la presión
ejercida por los asirios en sus fronteras del norte y los elamitas
por el sur. El rey elamita Shutruk-Nahhunte, en el año 1158 a.C.
invadió Babilonia y destronó al último de los reyes casitas,
Zabada-shumaiddina.
El Reino
Casita no participó, al menos directamente, en las encarnizadas
luchas por el control de la costa Sirio-Palestina, cuyos principales
protagonistas fueron hititas, egipcio y mitannios. En este sentido
los reyes casitas se dedicaron a mantener relaciones diplomáticos
con todos, interviniendo de manera que ninguno de ellos se impusiera
sobre los otros. Los reyes casitas, Karaindash, Kadasman-Enlil y
BurnaBurias establecieron servicios de mensajería con los faraones
egipcios, como Tutmosis III y Amenhotep II. Dentro de esta política
de acercamiento y diplomacia, podemos incluir el acuerdo matrinonial
entre la hermana y la hija de Kadasman-Enlil con el faraón Amenhotep
III.
Mas las
relaciones con las potencias de la zona no fueron únicamente
políticas, sino que además tejieron una importante red de
intercambios comerciales. Los casitas ofrecían caballos, carrozas,
lapislázuli, aceites, bronce y plata a los egipcios, recibiendo a
cambio oro, marfil, maderas nobles y vestidos. Gracias a este
comercio, Babilonia acumuló tanto oro egipcio, que acabó
convirtiéndolo en su patrón de valor.
Aunque los
casitas tenían una organización tribal basada en los lazos
sanguineos, no tardaron en adoptar la lengua, costumbres, religión e
instituciones locales. El rey contaba con el apoyo de la burocracia y
de altos funcionarios para gobernar. Una élite aristocrática
formaba un ejército de guerreros montados en carros. Por otro lado
administración seguía recayendo en los babilonios.
Las tierras
de cultivo se dividían entre pequeñas propiedades privadas y los
grandes latifundios de la corona, los templos y los altos
dignatarios. Para señalar las propiedades de la tierra se utilizaban
unos mojones llamados kudurru.
Detalle de la fachada del templo de Inanna erigido por Karaindash I, museo de Berlín. |
Los
soberanos casitas continuaron cumpliendo con las tradicionales
obligaciones de la monarquía mesopotámica, como era la construcción
y reparación de los lugares de culto. En ese sentido Karaindash
construyó un original templo consagrado a Inanna/Isthar en la ciudad
de Uruk. Los casitas introdujeron el uso del ladrillo esmaltado que
fue básico en los posteriores estilos elamita medio, neobabilónico
y aqueménida.
El monarca
Kurigalzu I fue el primero en construir una residencia real que
llevaría su nombre, sufragándola con el oro egipcio. La capital de
Kurigalzu I fue bautizada como Dur-Kurigalzu, un ejemplo que
posteriormente imitaron los soberanos asirios.
Dur-Kurigalzu,
la moderna Aqarquf se encuentra a 30 Km de Bagdad, contando con un
enorme zigurat, a cuyos pies se disponen tres templos y un palacio,
en cuyo interior se hallaron los restos de una colosal estatua del
monarca.
Los kudurru,
junto con los sellos son las principales manifestaciones de la
escultura casita. Los kudurru, de piedra dura, muestran largas
enumeraciones de dones reales, representaciones divinas o símbolos
de éstas. Mientras que los sellos aparecen profusamente decorados
con motivos geométricos, plantas, abejas, saltamontes o monos.
La
literatura casita, además de textos científicos relacionados
fundamentalmente con la astronomía, los didácticos y los
religiosos, también se preocupó por las cuestiones trascendentales
de la vida del hombre. Obras como El sufrimiento del justo, el
Diálogo del pesimismo y la leyenda de Adapa, se interesan por las
relaciones entre dioses y hombres, y especialmente el eterno problema
del mal. Durante la época casita, el babilonio se convirtió en
lengua internacional y su legado literario se extendió por Asia
Occidental, (Diluvio Universal) y llegó a impregnar la mitología
griega clasíca (Historias de Ganímedes y de Ícaro).
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