En la necrópolis de Tarquinia, encontramos, oculta, en el interior de la tierra, bajo una cúpula tumular, la Tumba de los Leopardos.
La tumba recibe su nombre de las pinturas que la adornan, que datan aproximadamente del 450 a.C., pues representan a este hermoso felino.
Reproducen un exquisito banquete, acompañado de músicos y danzantes, con la intención de que el fallecido comience su nueva vida con alegría. Desde mi modesto punto de vista, esta forma de adornar la morada eterna, es muy significativa, de la concepción vitalista que tenía el pueblo etrusco sobre la existencia, tanto la terrena, como la ultraterrena.
Un enorme y festivo banquete para celebrar que se ha vivido.
La combinación de unas figuras en movimiento, con otras en actitud de reposo, otorgan a estos frescos un bello dinamismo.
Sumergirse en las entrañas de la tierra, sentir las fuerzas telúricas y maravillarse con estos vitalistas y detallados frescos. Una visita muy recomendable.
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