domingo, 12 de mayo de 2024

GRAJAL DE CAMPOS. RENACIMIENTO EN LA TIERRA DE CAMPOS.

 


Llegamos a Grajal de Campos buscando avutardas y descubrimos una embaucadora población monumental donde el tiempo discurre con más parsimonia que en otros lugares de este mundo de locos que hemos construido entre todos.





Grajal, una pequeña villa monumental que intenta pasar desapercibida. Hay que aceptar la invitación, pasar y fusionarse con los vecinos. Excelente el Mesón Las Cepas para probar los puerros y las carnes de la tierra.




Sorpresas del Camino. Castillo, palacio e iglesia, el impresionante conjunto monumental de Grajal de Campos. Todos los edificios fueron levantados en el siglo XVI. El poderoso castillo artillero, la iglesia de San Miguel y el palacio de los condes de Grajal. Joyas ocultas en Tierra de Campos.




Y una amplia Plaza Mayor que nada tiene que envidiar a otras plazas castellanas de la época.




En el siglo XI Grajal formó parte del señorío de Raimundo de Borgoña, esposo de Urraca, la hija del rey de León Alfonso VI. Pisamos las huellas de la historia.





La fortaleza, visible desde la lejanía, es uno de los primeros castillos artilleros construidos en España. La Edad Media finalizó y comenzó la Época de la Pólvora. La tecnología siempre al servicio del poder y de la guerra.









El Palacio, que preside el centro neurálgico de Grajal, está inspirado en el estilo renacentista italiano.





Iglesia de San Miguel en Grajal de Campos. Templo renacentista y parroquia de la localidad.










No podemos dejar de mencionar la ermita de la Virgen de las Puertas del siglo XVI, ubicada en un torreón que formaba parte de la muralla.









Convento de Nuestra Señora de la Antigua, siglo XVI. Abandonamos Grajal y nos internamos en el campo.




Los alrededores de Grajal de Campo invitan a la introspección pero también a la observación de la naturaleza, esa naturaleza que vive cerca de la sociedad humana, pero que habitualmente pasa inadvertida.




La avutarda aguarda agazapada, invisible a los ojos del fatigado caminante que solo repara en ella cuando alza el vuelo.




Que diferente se muestra Tierra de Campos primaveral, de ese erial marrón, tórrido y monótono del verano, cuando transitamos por la ruta jacobea.







Grajal de Campos, avutardas y tarabillas. Y los descarados cuervos, tan diferentes, por sociales, de otras aves. Un par de horas caminando por los campos de labor, y hemos tenido la fortuna de avistar tres avutardas, de imposible vuelo.




Y el impresionante vuelo del buitre leonado.




Los vientos azotan con violencia estos campos. La hierba arrasada por Eolo parece el Océano embravecido. Salimos en busca de avutardas, en clara recesión en las últimas décadas, y fuimos sorprendidos por un bonito corzo en medio de la llanura cerealista. Lejos de cualquier cobertura forestal. El duende del bosque, desenfocado, parece más bien el fantasma del llano.





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