martes, 7 de septiembre de 2021

PRIEGO, TORREÓN DE LA ALCARRIA.

 


Entre la Alcarria y la Sierra de Cuenca, Priego es un hospitalario e histórico lugar de paso. Atraveamos el espectacular Estrecho de Priego desde la cercana playa de Cañamares a esta localidad conquense, Torreón de la Alcarria, una villa de la nobleza del más rancio abolengo.




Cuando conduces por la Nacional 320 es imposible no detener la vista en el conjunto monumental que se eleva por encima del vecindario. Desde aquí se abre la Alcarria a sus pies.


Priego se inserta en la Ruta del Mimbre que recorre algunos pueblos de la zona.






Iglesia de San Nicola de Bari fue edificada en el siglo XVI bajo el patrocinio del conde Don Luis Carrillo de Mendoza sobre un pequeño templo románico. La luz del Sol se proyecta contra la torre cuadrangular y renacentista de la iglesia más destacada de Priego. La luz divina ilumina a los hombres. Rodeado por un relieve abrupto, Priego debió ser (y en parte aún lo es) un faro para caminantes y viajeros de todo pelaje, en cualquier época de la historia.



Hoy, Ayuntamiento de Priego, ayer Palacio de los Condes de Priego. El condado tiene su origen en el título que el rey de Castilla Enrique IV concedió a Diego Hurtado de Mendoza. Estamos ante uno de los más elegantes ejemplos de casa palaciega de la comarca. Construido también durante el gobierno de Fernando Carrillo de Mendoza es un edificio típicamente renacentista, de estructura horizontal y decoración sobria. Al amparo de los condes se instalaron en la ciudad durante el siglo XVII una serie de importantes familias de la zona.


Del viejo castillo queda en pie, orgulloso, el torreón.


El legendario ciclista Luis Ocaña, vencedor en el Tour de Francia de 1973 nació en esta localidad.





Don Quijote y Sancho andaban perdidos por la sierra y sin sabe como, ni por qué motivo, aparecieron por Priego. A menudo juego a imaginar a caballero y escudero recorriendo estas tierras, en invierno y en verano, bajo el sol abrasador (y abrazador), azotados por la tormenta, ateridos de frío o zarandeados por las ventiscas. Ellos guían mis pasos por los intrincados caminos que traza mi mente.


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