viernes, 22 de marzo de 2019

EL PUERTO DE CÁDIZ.




A partir del siglo XVIII, y hasta bien entrado el siglo XIX, la ciudad de Cádiz disfrutó de una época dorada, probablemente la de mayor esplendor de su dilatada historia. Esta prosperidad es fruto del traslado, en el año 1717, de la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz, del Guadalquivir al Atlántico. Desde la Antigüedad, Cádiz había contado con un destacado puerto, pero a partir de esta fecha ganó mayor relevancia internacional, convirtiéndose en uno de los destinos comerciales más importantes de toda Europa.

Levantada entre el mar y el cielo, durante el siglo XVIII Cádiz fue un mirador a las grandes batallas navales y una ajetreada urbe mercantil. La marea del comercio con América fluye y refluye en la ciudad andaluza desde 1717, cuando Felipe V traslada aquí la Casa de Contratación y el Consulado de Indias, hasta finales de siglo, momneto en que el buen comerciante habla ya de las chispas de fuego que anuncia el París revolucionario. Puente de las reformas borbónicas proyectadas en las colonias ultramarinas del Imperio español, la ciudad fundada por los antiguos fenicios recupera en esta centuria, y aún multiplica, el enjambre de hombres y mercancías registrado en la época púnica de Aníbal o la romana de los césares. Los treinta mil habitantes que tiene en el momento de la Guerra de Sucesión y del cambio dinástico se convierten, a finales de siglo, en setenta mil habitantes, y ello sin contabilizar el mundo flotante de los que están de paso. En ninguna otra ciudad de España se reunieron condiciones tan favorables para la aparición de la burguesía. Todavía en 1833, Larra escribe con agudeza:

Aquí tenemos en España clase media numerosa y resignada con su verdadera posición: si hay en España clase media, industrial, fabril, comercial, no se busque en Madrid, sino en Barcelona y en Cádiz.
Fernando García de Cortázar. Breve Historia de la Cultura en España.

Atraídos por su riqueza, y por las posibilidades de negocio, numerosos mercaderes italianos, franceses, ingleses, flamencos y holandeses, acudieron en busca de fortuna con el lucrativo comercio con América. A pesar de la dimensión del puerto gaditano, el gran comercio no llegó a tener mucha influencia en la economía andaluza. De todo el volumen de mercancías que se embarcaban en Cádiz rumbo al continente americano, solo una pequeña parte (aceite, vino, pasas, aguardientes y textiles) procedía de Andalucía. La mayoría eran manufacturas procedentes de países europeos, donde las modernas fábricas elaboraban productos de lujo.

En pocos años la ciudad que sería conocida en el futuro como Tacita de Plata, incrementó su población, sobrepasando los 70.000 habitantes (lamentablemente los tiempos han cambiado, y año tras año muchos gaditanos abandonan su hogar en busca de trabajo). Durante esta centuria la ciudad experimentó un notable crecimiento, y se construyeron numerosos edificios. Además las ideas ilustradas, vigentes en Europa, llegaron en los numerosos barcos que atracaban en su puerto. La llama de la libertad estaba a punto de prender en el alma del gaditano.


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