domingo, 10 de diciembre de 2017

REBECO, EL ANTÍLOPE DE LAS CUMBRES.



Desde la Cordillera Cantábria hasta el Cáucaso, la elegante silueta del rebeco vigila desde las cumbres, brinca de peña en peña y trepa por las laderas más escarpadas en todas las montañas del sur de Europa.


El rebeco (Rupicapra rupicapra) también denominado sarrio o gamuza es un rumiante de pequeño tamaño, miembro especial de la numerosa familia de los bóvidos. Decimos que es especial, porque su aspecto sugiere una especie de cruce entre antílope y cabra. Una criatura montaraz y grácil, con cuernos en forma de gancho y dotado de una habilidad especial para trotar por los riscos y trepar por las montañas.


Su hábitat preferido es la montaña, aunque también lo podemos encontrar en la llanura, tanto en bosques caducifolios como penetrando en los grandes bosques de coníferas en busca de refugio y comida. Los rebecos realizan migraciones verticales de corto recorrido; en verano suben a los parajes alpinos, las máximas altitudes por encima de los pastos de los rebaños domésticos (y preferentemente lejos de las interferencias humanas), mientras que en invierno descienden de la montaña para ocupar el límite superior del bosque y hábitats estrictamente forestales.


Animal sociable (y gregario) forma grupos mixtos de entre 5 y 20 individuos (aunque según las condiciones pueden alcanzar el centenar). Un macho viejo y experimentado vela por la seguridad de la manada y advierte a todos en caso de peligro lanzando un grito de alarma. No obstante, es bastante común que los machos vivan apartados de las hembras, o en compañía de otro solitario.



En época de celo el macho dominante reúne un harén de hembras y las defiende de las apetencias de otros competidores. Machos solitarios de gran tamaño se acantonan en sitios inaccesibles y pasan allí largas temporadas, expulsando de su territorio a otros rebaños o indiviuos intrusos.


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