miércoles, 16 de enero de 2013

GEOGRAFÍA DE IBERIA ESTRABÓN (XXVI)



19 Nombres de la Península
Así pues, como dijimos, algunos afirman que este país se divide en cuatro partes, mientras que otros dicen que en cinco. Pero es imposible en este caso dar razón de ello con exactitud debido a las transformaciones y la oscuridad de los lugares. Pues en los lugares famosos y célebres son conocidas tanto las migraciones como la distribución del territorio, así como los cambios de nombre y cualquier cosa de este tipo, por ser tratada por muchos autores y principalmente por los griegos, que son los más prolijos de todos. Pero sobre todas las regiones bárbaras, apartadas, pequeñas y subdivididas, las noticias que hay no son ni seguras ni abundantes, porque en todo lo que queda alejado de los griegos aumenta el desconocimiento. Los historiadores romanos imitan a los griegos, pero no llevan muy lejos su imitación, pues lo que dicen lo traducen de los griegos sin aportar de sí una gran avidez de conocimientos, de forma que, cada vez que hay un vacío de información por parte de aquéllos, no es mucho lo que completan los otros, y ocurre esto especialmente en la cuestión de los nombres más conocidos, que son griegos en su mayoría. Por ejemplo: toda la región de más allá del Ródano y del istmo configurado por los golfos galáticos fue denominada Iberia por los autores antiguos, y en cambio los contemporáneos le señalan como límite el Pirene y dicen que Iberia   e Hispania son sinónimos; otros daban ese nombre de Hispania sólo a la región de más acá del Íber. Y otros aún anteriores llamaron a estos mismos igletes, que no ocupaban un gran territorio, según dice Asclepiades de Mirlea. Los romanos por su parte, llamando indistintamente Iberia o Hispania a todo el territorio, dieron a una parte la denominación de Citerior y a la otra la de Ulterior; pero a veces se sirven de otra división, adaptando su política a las circunstancias. 

20 La división y administración romanas.
Actualmente, de las provincias asignadas al pueblo y al Senado por una parte, y al Emperador romano por otra, la Bética corresponde al pueblo y se envía a ella un pretor asistido por un cuestor más un legado; han establecido su límite oriental cerca de Castalon. El resto pertenece al César. Éste manda dos legados, uno pretoriano y otro consular, estando el pretoriano asistido a su vez de otro legado, y tiene la misión de administrar justicia a los lusitanos, que limitan con la Bética y llegan hasta el río Durio y su desembocadura; pues al presente el nombre de Lusitania está restringido a esta región. Allí se encuentra también Augusta Emérita. El resto, que constituye la mayor parte de Iberia, se halla bajo el gobernador consular, que dispone de un considerable ejército de tres legiones y de tres legados, de los cuales uno, al mando de dos legiones, ejerce vigilancia sobre todo el territorio al norte del Durio, a cuyos habitantes antes llamaban lusitanos y ahora calaicos. Los delimitan las cordilleras septentrionales, con los astures y los cántabros. 

A través de territorio astur discurre el río Melso, un poco más lejos está la ciudad de Noiga, y cerca, un estero del Océano que separa a los astures de los cántabros.

La región que viene a continuación, paralela a las montañas hasta el Pirene, la tiene a su cargo el segundo de los legados con la otra legión. El tercero ejerce su vigilancia sobre el interior y gobierna los asuntos de los llamados ya togados, que es como decir que son pacíficos y que han pasado a un género de vida civilizado y al modo de ser itálico con su togada indumentaria. Son éstos los celtíberos y los que viven cerca del Íber a ambas orillas hasta las zonas marítimas. El propio gobernador pasa el invierno en la región costera, principalmente en Carquedón y Tarracon, atendiendo los pleitos, y en verano recorre el país supervisando constantemente las cosas necesitadas de mejora. Hay también procuradores del César, del orden ecuestre, que son los que distribuyen a los soldados las cantidades necesarias para su mantenimiento. 

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